ADAPTACIÓN DE UNA OBRA LITERARIA TODO TIPO DE MANCHAS.
Había
una vez, no hace tanto tiempo en una gran ciudad de nuestro país, un rey y una
reina que tenían todo lo que cualquier persona podía desear. Belleza, alegría,
valentía, apoyo del pueblo y como no, amor, ya que este matrimonio se querían
mucho muchísimo.
El rey era guapísimo, joven, moderno, alto, moreno, con unos ojos tan azules como el reflejo del mar de las aguas del Caribe. La reina, también muy guapa, sin embargo, era envidiada por todas las mujeres de la ciudad por tener aquel hombre tan guapo como marido. Como digo, este matrimonio era tremendamente feliz, aunque lo único que les faltaba para completar su entera felicidad era tener un hijo.
El rey era guapísimo, joven, moderno, alto, moreno, con unos ojos tan azules como el reflejo del mar de las aguas del Caribe. La reina, también muy guapa, sin embargo, era envidiada por todas las mujeres de la ciudad por tener aquel hombre tan guapo como marido. Como digo, este matrimonio era tremendamente feliz, aunque lo único que les faltaba para completar su entera felicidad era tener un hijo.
Después
de unos cuantos meses intentándolo, decidieron que la mejor opción era optar
por ir a una de las clínicas más prestigiosas del país donde realizaban el
tratamiento de “fecundación in vitro”, consiguiendo la reina, por fin, quedarse
embarazada. Esta noticia, contentó enormemente a los reyes, ya que después de conocer
las dificultades y complicaciones que requería este método, finalmente hicieron
realidad su deseo de ser padres. Nació un niño, varón, hecho que contentó
muchísimo al matrimonio ya que a pesar de que podrían tener más hijos/as, ya
tendrían el que sería sucesor de la corona.
Pocos
meses después, con el niño siendo tan solo un bebé, el rey comenzó a enfermar y
es que a pesar de tener a todos los médicos a su entera disposición, la gripe A
fue más fuerte que él, y decidió arrebatarle la vida. Cuando aún estaba el rey
con vida, aunque muy enfermo y llegando casi a agonizar en el hospital, la
reina fue a visitarle sabiendo que posiblemente escucharía las últimas palabras
de su querido marido. Y así, fue. El rey, conociendo el estado de gravedad en
el que se encontraba le pidió a la reina más de un favor. El primero de ellos
fue que, por favor, le hablara a su hijo de él, que le dijera todo lo que su
padre le había querido y deseado ya que él no iba a tener el tiempo suficiente
para decírselo en persona. Además, le pidió a la reina que cuando su hijo fuera
mayor le diera tres objetos con gran valor sentimental para él: el colgante con
el Cristo crucificado, una rueca de hilar con diamantes de swarovski que había sido de su madre, y la alianza de
su boda. El segundo favor que le pidió a la reina fue que se volviera a casar,
que era aún muy joven y que quería que su hijo tuviera más hermanos y hermanas
con los que jugar en el palacete en el que vivían. El rey, quiso despreocupar a
la reina con esta petición, haciéndole ver que no iba a pasar nada porque ella
se volviera a casar, que hoy en día la gente se divorciaba y rehacía su vida,
por lo tanto ella podría hacer lo mismo, sin preocuparse por el qué dirán en su
familia, pueblo o prensa del corazón. Con este consejo, hay que reconocer que
la reina se quedó más tranquila, pues de alguna manera ya estaba contando con
el apoyo de su marido, quitándose futuros cargos de conciencia. Es cierto que
lo única condición que le pidió fue que aquel hombre con el que fuera a casarse
fuera más guapo que él. Finalmente, esa madrugada el rey murió.
Tras
la muerte del rey, la reina calló en una gran depresión necesitando la ayuda de
diferentes psicólogos y profesionales de la salud mental para que poco a poco
fuera curando esa pena que tenía. Con el paso de las semanas, la reina fue
haciéndose cargo otra vez de los asuntos que le correspondían, actos públicos,
reuniones con ministros y jefes de gobierno... en definitiva, volvió a hacerse
cargo de la apretadísima agenda que tenía programada. Al igual que con su hijo,
al cual había tenido algo abandonado desde la muerte de su marido tratando de
pasar más tiempo con él, recogiéndole del colegio, haciendo los deberes y
jugando a ratos con él.
Pasaron
los años y el príncipe fue creciendo, cogiendo un gran parecido a su padre.
Moreno, con ojos azules, alto y muy inteligente. Al mismo tiempo, la reina se
ocupaba de los que eran sus obligaciones, dejando algo olvidada la promesa que
le hizo a su marido fallecido.
La reina, no
había vuelto a casarse ni parecía que tenía mucho interés por buscar aquel
hombre que debía ser más guapo que su antiguo marido. Todos los trabajadores de
la casa real, no importaba si eran consejeros de la reina, su personal shopper,
el chef, jardinero, masajista, chofer,
mayordomo, o asistentes de limpieza empezaban ya a preguntarse cuándo iría la
reina a decidirse por buscar una nueva pareja que pudiera complacerla a ella y
a su difunto marido, a si que decidieron reunirse con ella para hacerle llegar
su preocupación. La reina, cayó en la cuenta de que lo que le estaban diciendo
era más que cierto, por lo que mandó a su principal y confidente ayudante, que
le trajera un fichero con las fotografías de todos los reyes, aún solteros, de
todos los países del mundo. Lo que sucedió viendo las fotografías es que
ninguno de ellos, era más guapo que su marido muerto, por lo que decidió bajar
un escalón en las diferentes élites sociales, buscando nuevamente un hombre con
el que poder casarse, pero esta vez dentro de la nobleza. Los consejeros se
encargaron de contar con la presencia de la reina en todos los grandes eventos
que se fueran a realizar en dentro o fuera del país como fiestas benéficas,
importantes congresos empresariales, viajes de exclusivo lujo con importantes
familias... para ver si de esa manera,
la reina encontraba a uno que fuera más guapo que su marido. Igualmente,
continuó sin encontrar a un solo hombre más guapo que el rey. A
pesar de que ya no importaba si se trataba de hombres que se encontraran
en clases sociales inferiores, la reina se dedicó ella en persona a buscar en
internet páginas para buscar pareja, esperando que por algún lado apareciera
ese hombre tan esperado que fuera más guapo que su marido, pero sin suerte, no
encontró a ninguno. Al mismo tiempo, el príncipe iba creciendo y la reina
continuaba sin encontrar al que podría ser su nuevo marido, reflexionando y
buscando día tras día nuevas estrategias para encontrarlo. Un día, mientras el
príncipe jugaba en la piscina del jardín y la reina charlaba por teléfono con
una de sus mejores amigas, vio por un segundo la imagen de su marido reflejada
en la cara de su hijo, decidiendo dejar la conversación con su amiga para otro
momento y pararse a reflexionar sobre la iluminación que se le acababa de venir
a la mente, y así lo hizo. Minutos más tarde, decidió acercarse a su hijo y
contarle cuál había sido la última voluntad de su padre y cuál era su nueva
idea, es decir, tomarle a él como futuro esposo. Se lo explicó todo
estratégicamente, y sabiendo que aún era joven porque no tenía más que
dieciséis años, le propuso que hicieran pública la noticia de su promesa en
todos los medios y que en unos dos o tres años harían la ceremonia y el
banquete oficial. Lo primero que pensó el príncipe fue que su madre no estaba
bien, y que quizás necesitaba asistencia médica para que borrara esa idea de su
cabeza. La reina, que se dio perfectamente cuenta de cuál era la reacción que
estaba tomando su hijo, respondió que tenía que ser así y que no había otra
opción ya que esa había sido el último deseo de su padre junto con el colgante
con el Cristo, la rueca y la alianza que
le entregó en ese momento, utilizando el chantaje emocional para explicarle con
detalle las palabras de su marido muerto. El príncipe, sin otra opción, le
pidió a su madre que le diera un poco de tiempo para pensarlo encontrando la
mejor forma de alargar el asunto. Ésta idea, era principalmente para quitarle a
su madre de la cabeza esa atormentada propuesta, o por lo menos, para alargar
de alguna manera el acto. Por eso, le comentó a su madre que ya que se iba a
casar y que ni si quiera había tenido la oportunidad de elegir él mismo con
quién, le gustaría que se juntaran los diseñadores más importantes del mundo de
la moda y le hicieran tres smokings como posibles trajes de boda, y que una vez
que los tuviera en sus manos, accedería a casarse con ella. Uno de ellos tenía
que ser tan dorado como el sol, el otro tan plateado como la luna, y el otro
tan brillante como las estrellas. La reina, encantada con la propuesta de su
hijo, aceptó, encargándose ella misma de ir a las pasarelas más prestigiosas de
moda como la de Milán, París o Nueva York a elegir las mejores telas y
materiales para empezar cuanto antes la confección de los tres smokings. Al
cabo de un año, o año y medio, los tres trajes del príncipe ya estaban
diseñados, confeccionados y en manos de éste, por lo que el príncipe empezó a
agobiarse pensando que cada vez esa idea del compromiso con su propia madre
estaba más cerca. Lo que decidió hacer esta vez, para hacer un poco más de
tiempo, era pedirle un regalo de boda. Con la excusa de que era un príncipe muy
presumido y coqueto, ésta vez le pidió a su madre un abrigo con todo tipo de
manchas. La reina, algo cansada ya de que su hijo no hiciera más que alargar el
tiempo, optó por lo más fácil y rápido, encargándose ella misma de buscar en
amazon.com un abrigo que cumpliera con las características que su hijo deseaba.
Como no lo encontró, al tratarse de algo bastante exclusivo, decidió seguir
buscando en numerosas páginas web donde pudiera encontrar si no era eso, algo
similar, hasta que finalmente, al cabo de otro año y medio, lo encontró en
ebay. Eso sí, una vez comprado el abrigo, mandó limpiarlo y tratarlo para que
quedase como nuevo. Y ahí estaba, el flamante abrigo de todo tipo de manchas
que le enseñó a su hijo. Era largo, muy largo, incluso más que la alta estatura
del príncipe, también tenía mangas muy anchas acordes con las últimas
tendencias del momento y bastante exclusivo para que fuera únicamente para él.
Una vez la reina le entregó el abrigo a su hijo, éste se fue a su habitación
pensando que ya había llegado el momento, y que mañana se despertaría con la
noticia de su compromiso en la red, televisión, radio, periódicos... por lo que
decidió huir sin decirle nada a nadie. Cogió los tres nuevos smokings, el
colgante con los tres recuerdos que le había dejado su padre, se maquilló la
cara y las manos y decidió marcharse con el abrigo de todo tipo de manchas
puesto. Como tampoco sabía dónde ir porque había estado siempre acostumbrado a
que su chofer le llevara a todas partes, antes de marchar se le ocurrió la idea
de imprimirse un mapa con las líneas de tren y autobús que le llevarían a algún
otro país o ciudad con la suficientemente gente como para que no le pudieran
reconocer tan fácilmente. Y así lo hizo. Con el temor de que tanto la policía,
la guardia civil, o los propios ciudadanos le pudieran encontrar y reconocer en
algún momento, decidió que viajaría de noche y dormiría de día, en cualquier
parte de la calle para conseguir no levantar sospechas y poder llegar a
confundirlo con un indigente. Una de esas noches en las que el príncipe estaba
esperando en una solitaria estación de tren, oyó y percibió como una patrulla de
guardias que se acercaban a donde él estaba, tirado en el suelo con cuatro cartones
para refugiarse del frío. Cuando vinieron, él asustado por si acaso alguno era
capaz de reconocerlo a pesar de las largas barbas que tenía con las que
conseguía disimular su aspecto, comenzó a hablar como un extranjero que no
domina la lengua, es decir, como lo que era pues se encontraba en los primeros
pueblos de la entrada de Francia, argumentando que no hacía nada malo ahí y que
solo estaba esperando al próximo tren que le llevaría a la ciudad más próxima. Los
guardias, al ver que realmente era una persona inofensiva y descuidada
físicamente decidieron ayudarle, poniéndose rápidamente en contacto con la
presidenta de la comunidad en la que se encontraban, la cual tenía muchísimo
carisma y entrega por las personas más desfavorecidas de su ciudad. Los
guardias, le transmitieron el mensaje de la presidenta a nuestro príncipe, ofreciéndole
un puesto de trabajo como pinche, es decir, ayudante del chef en el fantástico
chalet de ésta. Él, muy agradecido por la oportunidad que le estaban dando, les
pidió una única cosa y es que no podía quitarse el abrigo de todo tipo de
manchas. Argumentó que era un recuerdo muy valioso para él y que no quería
separarse de él ni un momento, extrañados, los guardias y la presidenta aceptaron
la propuesta de éste. Los, días, semanas y meses iban pasando en aquella nueva
ciudad en Francia, y parecía que todo iba sobre ruedas. Descubrió una habilidad
oculta en la cocina, a pesar de que siempre le habían interesado los realities shows
de televisión relacionados con el tema, nunca había tenido la oportunidad de
ver si realmente valía para esto, pues toda su vida había tenido a su
disposición un servicio que se encargaba de esta tarea. Además, hizo muy buenas
migas con su chef, y con el resto de personal que trabajaba en casa de la
presidenta, que tampoco era mucho, pues como digo se trataba de una casa más
bien normal. Llegado el mes de Mayo, la presidenta con motivo de sus
veinticinco cumpleaños, decide hacer una celebración por todo lo alto,
dedicando los tres días del puente de este mes a la fiesta, pues no olvidemos que aún es joven y le gusta
mantener vivo su espíritu. Todo tipo de manchas, que así es como era llamado el
príncipe fuera de su casa, le pidió al chef que si después de tener aperitivos
y pinchos listos para el picoteo de la fiesta, le dejaba ir un ratito a mirar
disimuladamente los invitados e invitadas de la fiesta, ya que estaba seguro de
que había chicas muy guapas. Todo tipo de manchas, estaba enamorado hasta las
trancas de la presidenta, pero era imposible que se lo dijera porque nunca
mantenía conversaciones más largas de cinco minutos con ella. A todo esto, el
chef acepta que vaya a echar un vistazo, pero tenía que ser rápido porque después
debía volver para recoger la cocina y preparar la leche con cola-cao que a la
presidenta la gustaba tomar todas las noches antes de irse a la cama. Toda
clase de manchas, se fue corriendo a la habitación, se cambió y decidió ponerse
el smoking dorado como el sol, aseándose, se afeitó un poco la barba y se
presentó en la fiesta. Moviéndose entre el ambiente que había, acabó hablando y
bailando con la presidenta. Ésta no se llegó a preguntar en ningún momento
quién era y por qué no le conocía, pues podría ser perfectamente algún amigo de
alguna amiga/o suyo que había ido de acompañante. En la charla que mantuvieron,
la presidenta se quedó alucinada y maravillada con este chico que acababa de
conocer, lástima que cuando ella quería intercambiarse el número de móvil con
él para chatear en algún momento, él desapareció. Se dio cuenta de la hora que
es y sabía que tenía que volver a la cocina a ayudar al chef, pasando antes por
su habitación a echarse algo de maquillaje en la cara y las manos, así como
arroparse con el abrigo de todo tipo de manchas. Rápidamente, recibió un whatsapp
del chef, que muy enfadado le pedía explicaciones de por qué aún no había
llegado a la cocina. Cuando toda clase de manchas llegó, estaba todo
prácticamente recogido, por lo que se dedicó únicamente a pasar la aspiradora,
fregar el suelo y preparar el cola-cao con la leche hervida para subírselo a la
habitación de la presidenta. Casualmente, o no, toda clase de pieles echó en la
leche el Cristo crucificado de su padre y se lo subió a la presidenta. Cuando
toda clase de manchas se fue, la presidenta se tomó el cola-cao bien calentito
pero de repente se atraganta con algo, y descubre que es el Cristo. Extrañada
de pensar a quién se le ha podido caer algo así en la leche, lo limpió
dejándolo en la mesilla de noche. Al día siguiente, fue el segundo día de celebración
del cumpleaños, por lo que todo volvía a ser muy parecido. Pinche y chef se
encargaron de preparar todos los canapés para el "brunch", y todo tipo de manchas
volvía a pedir permiso para ir a echar un vistazo a la fiesta. Esta vez, se puso
el smoking tan plateado como la luna y de nuevo, presidenta y príncipe
volvieron a encontrarse, bailar y charlar largo y tendido. De nuevo, toda clase
de manchas se dio cuenta de que era la hora de irse, esta vez un poco antes, consiguiendo
librarse de la bronca de su jefe más directo. Volvió a su habitación a ponerse
el abrigo de todo tipo de manchas y bajó a la cocina a preparar el café, pues
no olvidemos que esta segunda fiesta era a medio día. Ésta vez, decidió echar en el
café, la rueca de hilar, para a continuación subirle el café, sin cafeína, a la
presidenta para que se lo tomara antes de echarse la siesta. Ésta, volvió a notar algo en la bebida y
decidió bajar a la cocina para comentarle el incidente a su chef, éste lamentándose
por lo sucedido, argumentó que él no había puesto nada, pero que lo sentía
mucho y que no iba a volver a ocurrir, mientras tanto, todo tipo de manchas, ya
se encontraba descansando en su habitación tras haberse dado una buena ducha.
Al día siguiente, todo sucedió de la misma manera, y aunque esta última fiesta
volvía a ser por la noche, todo tipo de manchas quería volver a pedirle permiso
al chef para ir de nuevo a echar un vistazo a la fiesta de la presidenta, éste
le da permiso con la condición de que por favor, fuera más puntual que ningún
día pues les esperaría un largo trabajo después de la fiesta. Todo tipo de
manchas, corrió hacia su habitación y se puso el último smoking que le quedaba,
ese que era tan brillante como las estrellas. Se arregló más que ningún día, se
aseó más que ningún día y se perfumó también más que ningún día. Todo tipo de
manchas, por fin llegó al baile, pero hoy algo era diferente. La presidenta ya
sabía que tarde o temprano ese chico iba a estar ahí, a si que no dudó ni un
momento en encargarse de decirle al DJ que música debía sonar en el momento
exacto. Todo coincidió tal y como ella lo había planeado, y en el momento en el
que le vio aparecer, no pudo evitar acercarse a él para iniciar de nuevo una
conversación, y quién sabe si un baile también. Este último día, ya había más
confianza entre ellos dos, ya que se estuvieron viendo los días anteriores por
lo que ella se atrevía a acariciarle la cara, agarrarle de la cintura, tocarle
las manos... él, tremendamente tímido, le daba algo de vergüenza la situación
pero sin importarle demasiado siguió disfrutando del rato con ella. De repente,
después de estar sumergido en una interesantísima conversación con la presidenta,
toda clase de manchas se dio cuenta de que era más tarde que ningún otro día,
eso quería decir que la fiesta estaba a punto de acabar y que él debía irse a
la cocina a preparar el cola-cao para la presidenta. Como era tan tarde, no le
daba tiempo a nada más que ponerse el abrigo de toda clase de manchas encima
del smoking que llevaba puesto esa última noche, tampoco pudo maquillarse para
similar su aspecto más común al que todos estaban acostumbrados. Llegó corriendo a la cocina, y no le daba ni
tiempo a hervir la leche para el cola-cao, como a la presidenta le gustaba, a
si que optó por calentarlo en el microondas que es más rápido, sin olvidarnos
de que dejó caer ya el último objeto que le quedaba, el anillo de bodas de su
padre. Todo tipo de manchas, se lo subió como cada noche a la presidenta. Esa
noche, a diferencia de las demás, la presidenta le pidió que le acompañase
mientras se tomaba el cola-cao, ya que estaba muy cansada y como se había hecho
algo tarde pues así se podría bajar el vaso directamente a la cocina. Todo tipo
de manchas, asintió con la cabeza, y esperando a que la joven presidenta se
bebiese el cola-cao, muy muy lentamente por cierto. Ella, mientras tanto, no
dejaba por un segundo de observarle hasta que en el último sorbo que dio, sus
labios chocaron contra algo frío y duro. Ella, la presidenta, se levantó hacia
él y preguntándole si sabía qué era eso que había en el cola-cao que él mismo
acababa de preparar. Él que ignoraba totalmente las intenciones de la
presidenta, le dijo que no sabía qué era eso, y que tampoco sabía por qué
estaba ahí. Lentamente, la presidenta, se acercó a él con la alianza en la mano
y cuando se encontraba a una distancia algo más comprometida de lo normal, le dijo que ella sí que sabía lo que era. En
ese momento, todo tipo de manchas se puso firme, sin esperar esa respuesta de
ninguna de las maneras. La presidenta se acercó con suavidad un poco más a él,
dejándole caer la caperuza que le había estado tapando la cabeza y casi la cara
en todo momento. Ella, agarró la mano de todo tipo de manchas para decirle, que
ésa alianza que estaba en su vaso era la compañera de ésa alianza que ahora
llevaba él en la suya. A la presidenta, sin importarle que fuera ella la que se
estaba declarando, dispuesta a romper las tontas tradiciones de la sociedad le
dijo: - No sé quién eres, hemos estado hablando estos días pero tampoco sé cuál
es tu nombre, sí sé que tienes una historia muy interesante detrás que estoy
dispuesta a escuchar tantos días, semanas, meses o años como los que deseo
estar contigo, ¿aceptas ser mi novio, amigo, compañero y quién sabe si marido?
Y él felizmente aceptó.
FIN
Mola esta adaptación tan moderna, metes temas muy actuales en comparación con el cuento original. Es una mezcla original entre lo clásico con la monarquía con lo moderno, te lo has currado bastante.
ResponderEliminarAnita me ha encantado tu historia, cuando me contaste tu idea para la adaptación me pareción cojonuda, pero una vez terminado es aún mejor. Me gusta el cambio de papeles que has hecho, siendo el rey quien muere y no la reina y haciendo así que la historia sea distinta, y ambientando la historia en un mundo moderno y actual. Hase seguido la estructura original de la historia que era el objetivo de la actividad. Muy chula
ResponderEliminarBueno... el planteamiento es bueno pero has dejado justo lo que había que cambiar sí o sí, es decir, el tema del incesto. Por lo demás, has respetado el esqueleto de la historia original pero no has dicho para qué edad lo has adaptado ni has justificado los cambios.
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